Recuerdo cuando tuve mi primer móvil.
No es que el mío fuera el primero que salió de la tienda, pero allá por el año 99 no era como ahora.
De mis amigas fui la primera en tenerlo, y de mi familia igual.
Pero no era yo muy ducha en las artes manejatorias del aparato. Lo usaba como un teléfono y punto, recuerdo que tardé meses en recibir mi primer mensaje y me quedé un poco sorprendida. ¿Esto qué es?
Mis pocas luces no me hicieron darme cuenta de que, aunque yo estuviera en casa, podía dejar el móvil encendido. Quizás habrían llegado llamadas que al ver que estaba apagado sabían que ya estaba en casa y no en ese otro lugar (no había aviso de llamadas perdidas claro).
A pesar de esto siempre he ido un paso por detrás de la tecnología. Móviles chunguillos, con pocas prestaciones, más bien feos, lo que viene siendo antiguos vamos.
Y me importaba, pero hasta cierto punto, tampoco es que fuera fanática del móvil.
Empecé a prestarle un poco más de atención por un trabajo que tuve en el que me llamaban para decirme el horario, pero como siempre he recibido pocas llamadas, pasaba bastante del aparato (del móvil).
Muchos días incluso me lo dejaba en casa y me traía al fresco, no era ningún tipo de contratiempo no llevar mi teléfono.
Hasta que cierto personajillo empezó a mandarme mensajes que me hacía gracia recibir. Sería discutible si por el mensaje en sí o por el remitente.
Poco a poco fui teniéndolo cada vez más tiempo cerca (al móvil) no fueran a llegar noticias y me las perdiera, por favor.
Me decidí, por fin, a cambiarme de compañía, después de tanto tiempo pensándolo me atrajo bastante que fuéramos de la misma y poderlo llamar a precios interesantes.
Poco a poco mi móvil más tiempo cerca, hasta para dormir, ya casi no lo apagaba, cosa extraña en mí.
Una época incluso, al montarme en el coche, lo sacaba del bolso para oírlo si sonaba mientras conducía.
Hubo un tiempo en el que no recibía las noticias tan a menudo como a mi ansia le gustaría, pero llegaban.
Pero poco a poco, las noticias han sido cada vez menos, por mucho que mirase el móvil mil veces, no había sms, si me llega de otra persona me sienta hasta mal.
Y en esto es en lo que me he convertido, en algún tipo extraño de adicta, no al móvil, sino a los sms del personajillo.
Ahora él no está y yo sigo mirando el aparato (el móvil) a cada instante, aunque de sobra sé que no habrá nada.
Incluso me he vuelto varias veces a casa al darme cuenta de que lo olvidaba ¡oh no!
Ahora mi móvil y yo nos hemos hecho inseparables, aunque él acostumbra a ir dormidito, no quiero que nos separemos, por si algún día despierta poderle dar los buenos días.
No es que el mío fuera el primero que salió de la tienda, pero allá por el año 99 no era como ahora.
De mis amigas fui la primera en tenerlo, y de mi familia igual.
Pero no era yo muy ducha en las artes manejatorias del aparato. Lo usaba como un teléfono y punto, recuerdo que tardé meses en recibir mi primer mensaje y me quedé un poco sorprendida. ¿Esto qué es?
Mis pocas luces no me hicieron darme cuenta de que, aunque yo estuviera en casa, podía dejar el móvil encendido. Quizás habrían llegado llamadas que al ver que estaba apagado sabían que ya estaba en casa y no en ese otro lugar (no había aviso de llamadas perdidas claro).
A pesar de esto siempre he ido un paso por detrás de la tecnología. Móviles chunguillos, con pocas prestaciones, más bien feos, lo que viene siendo antiguos vamos.
Y me importaba, pero hasta cierto punto, tampoco es que fuera fanática del móvil.
Empecé a prestarle un poco más de atención por un trabajo que tuve en el que me llamaban para decirme el horario, pero como siempre he recibido pocas llamadas, pasaba bastante del aparato (del móvil).
Muchos días incluso me lo dejaba en casa y me traía al fresco, no era ningún tipo de contratiempo no llevar mi teléfono.
Hasta que cierto personajillo empezó a mandarme mensajes que me hacía gracia recibir. Sería discutible si por el mensaje en sí o por el remitente.
Poco a poco fui teniéndolo cada vez más tiempo cerca (al móvil) no fueran a llegar noticias y me las perdiera, por favor.
Me decidí, por fin, a cambiarme de compañía, después de tanto tiempo pensándolo me atrajo bastante que fuéramos de la misma y poderlo llamar a precios interesantes.
Poco a poco mi móvil más tiempo cerca, hasta para dormir, ya casi no lo apagaba, cosa extraña en mí.
Una época incluso, al montarme en el coche, lo sacaba del bolso para oírlo si sonaba mientras conducía.
Hubo un tiempo en el que no recibía las noticias tan a menudo como a mi ansia le gustaría, pero llegaban.
Pero poco a poco, las noticias han sido cada vez menos, por mucho que mirase el móvil mil veces, no había sms, si me llega de otra persona me sienta hasta mal.
Y en esto es en lo que me he convertido, en algún tipo extraño de adicta, no al móvil, sino a los sms del personajillo.
Ahora él no está y yo sigo mirando el aparato (el móvil) a cada instante, aunque de sobra sé que no habrá nada.
Incluso me he vuelto varias veces a casa al darme cuenta de que lo olvidaba ¡oh no!
Ahora mi móvil y yo nos hemos hecho inseparables, aunque él acostumbra a ir dormidito, no quiero que nos separemos, por si algún día despierta poderle dar los buenos días.
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