Ayer no quería verte. Pero te vi.
No quería ser yo quien te saludara. Y no lo hice.
¿Tú me viste? Creo que sí.
¿Me saludaste? Rotundamente no.
Creía que no quería verte, pero cuando te vi, los nervios y el calor me invadieron.
Creía que no quería hablar contigo, pero al ver que te ibas sin decir nada, me quedé destrozada.
No es que no quiera volver a saber de ti. Es que sé que sería lo mejor para mí.
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